Puerta del museo

Puerta del museo
Fachada del museo

jueves, 14 de febrero de 2019

LIBRO DE FIRMAS.

LIBRO DE FIRMAS DEL MUSEO DE PUERTO SEGURO.

     Cada vez que volvemos a Puerto Seguro una amalgama de sentimientos nos envuelven a Agustina y a mí. Los recuerdos de nuestros padres, de sus enseñanzas, de sus consejos, de sus ilusiones. Las vivencias recientes y las vivencias añejas: el ir a por agua al grifo y llenar el depósito, el brasero en las frías noches de invierno, la comida hecha en un puchero al amor de la lumbre, la matanza y todas las tareas que lleva aparejadas, los paseos y excursiones a los preciosos rincones de nuestro pueblo, el serano junto a la casa de María Jesús y Agapito, …


     Nuestras ganas de volver se ven multiplicadas por nuestras ansias de volver a ver a las personas que aún nos quedan, que son de la familia aunque no lo sean; de ver los campos de Puerto Seguro, de cruzar la Raya y ver la Dehesa, de pasar junto al caño del Carbonal y comprobar el agua que tiene, de ver erguidas las tres cruces y la peña la esquila; el palomar, la majestuosidad de la Cruz del Siglo y nuestra querida Peña Rota; la caseta de Pepe y el huerto de la Fuente Nueva; la curva del Transformador y por fin el pueblo, con su frontón, las antiguas escuelas y el consultorio médico. Ya sólo nos queda pasar junto a la Iglesia, girar junto a la nueva casa de María Luisa y José Ignacio, atravesar la plaza, generalmente parando en ella, y llegar a nuestra casa y al museo. Es curioso, pero no le llamamos nuestro museo, sigue siendo el museo de Puerto Seguro.





     Abrir las puertas, encender la caldera, comprobar los fusibles, contemplar el estado de las plantas del corral, descargar el coche y echar un vistazo al libro de firmas.

     En otros sitios se comprueba el buzón y se da un vistazo a la correspondencia. Aquí no. Aquí el vistazo se dirige al libro de firmas, y si llegamos tarde, mientras tratamos de meter en calor la casa, nos sentamos al sofá, con una manta sobre las piernas y el libro de firmas en el regazo.

    Queremos ahora compartir con vosotros algunos de esos mensajes que aún nos siguen emocionando por una u otra razón. Sabemos que serán varios los artículos que van a salir con este título, pero queremos empezar por el relato que ha escrito en este libro un niño de diez años llamado Adrián, que hasta ahora era completamente desconocido para nosotros, pero que se ha metido en nuestros corazones a través de su narración:

   Me ha gustado el museo, ya que tiene objetos muy antiguos e interesantes. En el primer momento, nos han recibido muy bien. ¡Sobre todo Chico, el perro! Es un perro muy cariñoso. Agustina y Javier nos han enseñado muchos objetos antiguos. Del campo, de la habitación, de la fragua, del taller… Hemos visto cosas interesantísimas: trillas, cañas, voltímetros… Javier me ha explicado que todos los aparatos de antes debían tener un voltímetro, porque como antes la electricidad no era tan buena como ahora, había grandes contrastes de electricidad. También hemos visto una calculadora. Al final de investigar, descubrimos su funcionamiento. Por la pinta, yo pensé que era un telégrafo.


     Javier es muy aficionado a los animales, así que tiene muchos animales de piedra. También me ha gustado el pozo. Es bastante hondo, pero no se usa. Luego he visto una mini-romana. Muy chula era. También, en el museo, había una escena de habitación. Allí había cámaras y radios. Son muy chulas las cámaras. Había una que, cuando hacía una foto, salía instantáneamente. Las radios eran grandes, y con voltímetro, claro (ya he escrito el motivo por el  que todas las cosas debían llevar voltímetro). Luego, Agustina alumbró con una linterna y vi lo hondo que era el pozo. Y además, nos contó ¡que para limpiarlo se metía Javier!

     En este momento el perro está tomándose un descanso. Y Agustina y Javier están contando a nuestros padres y hermanos la escena del colegio. Bueno, Gema, la hermana de un amigo nuestro, está a mi lado. Y también Chico me ayuda a escribir. ¡Qué cariñoso es! Mete la cabeza como muestra de afecto. Al lado mío hay un teléfono. Viejo, pero bien conservado.


     En la cocina, también hay pucheros y medidas. ¡Me está entrando un hambre! Menos mal que nos hemos traído unos buenos bocatas. Bueno, ya acabo, porque si no la gente se aburre.

            Adrián Iglesias Sánchez, a 28 de marzo de 2013, Puerto Seguro (Salamanca).
            ¡Muchas gracias por enseñarme tantas cosas! Deseo volver.

Fotos: Javier Perals.
Texto: Javier y Adrián.

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